Desde el momento en que Marco Antonio Rodríguez pitó el final del
Uruguay-Italia quedó confirmado que los de Tabárez habían logrado la más
pírrica de las victorias. Ese último partido del grupo D en el desierto de
Natal fue una guerra: no hubo ganadores ni vencedores, únicamente perdedores y
vencidos. No sólo el legado progresista de Cesare Prandelli se extinguirá si la
Federación Italiana opta por Roberto Mancini y el regreso al catenaccio a la
Azzurra, sino que el injusto castigo a Suárez se llevó consigo todas las
posibilidades celestes de conectar eficazmente mediocampo y ataque.
En varios sentidos, esa lucha a muerte entre uruguayos e
italianos es similar a la semifinal de Wimbledon del año pasado entre Juan
Martín Del Potro y Nole Djokovic. En aquella ocasión, el argentino y el serbio
se mataron a raquetazos en una batalla épica sólo para que Djokovic alcanzase
la final en un estado físico tan lamentable que dejó el título servido en
bandeja de plata para Andy Murray. Y hoy Andy Murray se llama James Rodríguez.
Uruguay, desde lo táctico, no podía estar mejor parado sobre
el Maracaná al inicio del partido. Como se aprecia en la siguiente imagen hay
tres defensas centrales charrúas (José María Jiménez, Diego Godín y Martín
Cáceres) cubriendo a dos delanteros (Teófilo Gutiérrez y Jáckson Martínez). Dos
marcan personalmente y uno sobra.
En esta jugada Cáceres (círculo) es el que sobra. Aunque ese puesto nominalmente le correspondió a Godín. |
Podría pensarse que Teo y Jackson harían movimientos fuera
del área para descolocar a la zaga uruguaya, pero no: estaban dispuestos por
Pékerman como dos nueves clásicos, de área. De este modo y al minuto 19, con ceros
aún en el electrónico, podía verse a James Rodríguez (el diez nominal)
retrocediendo para recoger el balón directamente de Cristian Zapata y Mario
Yépez, sin pasar antes por la pareja de contención, Abel Aguilar y Carlos
Sánchez. Así podría argumentarse que el colombiano, más bien, es un mediocampo
poco dinámico.
Y fue entonces que Uruguay se derrumbó: Álvaro Palito Pereira despejó una pelota hacia
el centro, el lugar prohibido por los libros de texto y entrenadores de
fuerzas básicas. James Rodríguez la bajó con el pecho y anotó así el gol más
bello en veinte años de historia de los mundiales desde aquel soberbio riflazo
de Maxi Rodríguez en Alemania 2006. Para el segundo gol de Rodríguez el Palito decidió dejar libre a Juan
Guillermo Cuadrado, regalarle la banda y el área. Cuando Uruguay quiso ir al
frente, no había quién pudiera conectar eficazmente medio campo y ataque.
No hay comentarios:
Publicar un comentario