Menos de un mes después de la humillación ante Xolos, las Chivas pasaron de caer goleadas 4-0 a golear 3-0 al archirrival en el Estadio Azteca. Por número de ocasiones, el Guadalajara debió meter al menos cinco y Matías Almeyda con justa razón lo remarcó en su rueda de prensa. De un comienzo de torneo incierto y pesimista, Guadalajara entró en una zona de promesas, festividades y alegrías.
Apenas la jornada pasada Juan Francisco Palencia parecía acallar las dudas sobre sus capacidades tácticas aplastando implacablemente 5-3 al subcampeón del torneo anterior, Monterrey, cuya plantilla cotiza tres o cuatro veces más que la del Club Universidad. Para esta jornada, sin embargo, la derrota en Tijuana por la mínima diferencia francamente le salió barata según el claro desorden defensivo mostrado por Alatorre, Castro, Verón y Luis Fuentes.
Tras probar y fallar una y otra y otra vez con su 4-3-3 (derrumbe en casa ante el América, empate fortuito con Toluca), el Veracruz de Pablo Marini en algo recompuso su maltrecho andar de visita al Universitario de Nuevo León sacando un empate que re-moraliza a los Tiburones en lo que, parecía, un descenso de categoría cantado. Intentando cambiar las cosas, el otrora auxiliar de Américo Rubén Gallego quitó al tan hábil como cansino Gabriel Peñalba, modificó a 4-4-2 y de pronto los visitantes pasaron de víctima desahuciada a digno competidor.
¿Qué explica las impresiones tan cambiantes, la tanta irregularidad mostrada por los clubes de la Liga Mx, que un fin de semana rozan lo sublime y al siguiente tocan fondo? Una respuesta es que la mayoría de los resultados jornada a jornada están determinados a favor del anotador del primer gol de cada juego. El que pega primero, gana, quizás golee, o mínimo saca el empate.
Pero, Veracruz ganaba 2-0 a las Águilas y acabó colapsando hasta perder 4-2. Otra respuesta a esta cuestión adicional sería que las escuadras que se ponen en ventaja suelen pararse con dos líneas de cuatro detrás del balón para cerrar espacios que el rival no sabe ni puede abrir y posteriormente acabar con él al contragolpe. Es decir, el 4-3-3 de Marini hizo agua cuando el América adelantó líneas buscando empatar, una táctica sencilla, la de adelantar líneas, y el único contención escualo no daba abasto frente a sus centrales (por eso el 4-4-2 es tan práctico, porque hay dos medios de contención a la vanguardia de dos defensores, el "doble pivote", como se le conoce en España).
Habiendo logrado el empate en el Volcán, el técnico del Veracruz finalmente cayó en la cuenta y resolvió poner dos líneas de cuatro que ni Ismael Sosa, ni Jürgen Damm, ni Gignac ni toda la artillería felina junta halló cómo vulnerar. Lo mismo ocurriría un par de horas después en el Azteca con un acorazado rojiblanco que con la ventaja en el marcador se agazapó bien en propio terreno.
Si ni Tigres ni Águilas lograron traducir su posesión de la pelota en ocasiones claras, mucho se debe a que tanto Ambriz como Ferretti también son estrategas cuyas escuadras se basan en el contragolpe. "El táctico es el gol", decía un comentarista mexicano del siglo pasado para describir una situación que, hoy por hoy, retrata el juego de la mayoría de los equipos de la Liga Mx. Mientras se practiquen tácticas y estrategias consistentes en reducir espacios en propio campo para explotar los que se abran por inercia en el del rival, el primero que pegue seguirá pegando dos veces.
¿Cuáles alternativas habrían pues para empatar partidos o poder voltear marcadores en un contexto dominado por las dos líneas de cuatro detrás del esférico? Una sería el desarrollo del balón parado; otra, trabajar el fútbol de posesión.
Sin embargo, como Pablo Marini comprobó tras escarmentar con su 4-3-3, para jugar a tenerla y saber qué hacer con ella es necesario muchísimo más que el dibujo táctico adecuado. Así que, a falta de contragolpes, los goles llegarán en tiros libres, indirectos y de las esquinas.