Pese a que la Juventus
obtuvo su segundo scudetto consecutivo dando un golpe de autoridad en Italia,
el gran vencedor de esta temporada en el Calcio es indiscutiblemente el SSC
Napoli.
Después de sacarle los
colores a un alicaído Inter de Milán en San Paolo, los azzurri tienen ante sí la posibilidad de terminar segundos en la
Serie A y clasificarse por segunda vez en tres años a la Liga de Campeones. El
Napoli, tal vez junto a la Fiorentina de Montella, representa el soplo de aire
fresco de un club que fue capaz de ponerse a sólo una victoria de la
todopoderosa Vecchia Signora y cuestionar
con seriedad su reinado.
Walter Mazzarri,
técnico napolitano, no desmerece frente a Antonio Conte en la batalla táctica.
Si el estratega juventino revolucionó al Calcio con esa línea de tres -formada
por Chiellini, Bonucci y Barzagli- haciendo de Andrea Pirlo el gran mariscal de
campo del hoy bicampeón consecutivo, Mazzarri ha contestado con su propia línea de tres –Campagnaro,
Cannavaro y Britos- haciendo de la conexión suiza – Dzemaili junto a Behrami
dejando en la banca al gran Inler- los mejores aliados de Hamsik y Cavani. Son
Mazzarri y Conte, junto a Césare Prandelli, los grandes representantes de la
vanguardia nueva italiana.
Lógicamente la
estrella del equipo es el capo uruguayo del gol. Son precisamente las anotaciones
de un delantero asesino como el oriental lo que más ha echado en falta la
Juventus en sus aspiraciones de Champions League. Sin embargo es la figura de
Marek Hamsik la que rompe todos los esquemas. ¿Se trata de un diez puro? ¿o más
bien es un gran extremo izquierdo? ¿o quizá un mediocentro reconvertido con
vocación ofensiva? El eslovaco es todo
eso y más. La forma en que Cavani baja para asociarse con Hamsik y hacer jugar
al Napoli parece sólo conocer los límites de la imaginación.
El dulce momento que
hoy viven los azzurri era difícil de
esperar después de haber estado en la bancarrota a principios del nuevo
milenio. Sí, ese club que logró reivindicar a todo el sur de Italia ante el
imperio del AC Milán de Arrigo Sacchi en épocas de Maradona, estuvo en quiebra
deambulando en divisiones inferiores por ahí del 2004. Tras la quiebra, el
cineasta Aurelio de Laurentiis decidió comprar y refundar al equipo de sus
amores y gracias a él, el Napoli es hoy lo que es. El Napoli ha resucitado.
Sin embargo se trata
de una resurrección prendida con alfileres. El Napoli logró regresar a la
cúspide gracias a una inteligente política de fichajes que incluyó a buenos
futbolistas sudamericanos como los argentinos Denis y Dátolo, y los colombianos
Armero y Zúñiga que hoy permanecen en la escuadra. Pero el caso Lavezzi enciende
las alarmas entre quienes nos hemos enamorado del fútbol del Napoli. Ancelotti quería al Pocho en París y lo logró
tras hacer pagar 31 millones de euros haciéndole a De Laurentiis una oferta que
no pudo rechazar. Lavezzi, pieza clave en la resurrección napolitana, dejó un
vacío que Mazzarri aún no puede llenar.
Viene el verano
europeo, y con él las ganas de revancha de los gigantes de España e Inglaterra
y sus grandes chequeras para fichar. La final 100% alemana de Champions dejó a
muchos clubes descontentos y las perlas del Napoli serán bastante cotizadas.
¿Porqué arriesgar con Neymar, por ejemplo, si Hamsik ya está probado en la
élite? Así pensarán varios en los despachos de Manchester, Madrid o Barcelona.
Ahí reside la delicada
resurrección napolitana; un club que aún sufre las consecuencias a largo plazo
de la bancarrota del 2004 y que necesita dinero para financiar su fuerzas
inferiores y asegurar un gran futuro. Lorenzo Insigne, talento napolitano, debe
seguir aprendiendo de Edinson Cavani. Sólo con la permanencia del uruguayo, de
Hamsik y compañía, la resurrección del Napoli será total.
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