domingo, 12 de mayo de 2013

Monterrey sobre América: paternidad.

La historia de éxitos del Monterrey en los últimos cuatros años bien podría ser la otra cara de la moneda en la historia de fracasos del América. Los Rayados, inclusive, no han escatimado en apisonar a las Águilas para escalar a la cúspide del fútbol mexicano bajo el mando de Víctor Manuel Vucetich.

Desde su llegada al banquillo rayado, Vucetich ha enfrentado y vencido a cuatro distintos técnicos americanistas: Jesús Ramírez, Manuel Lapuente, Carlos Reinoso y Miguel Herrera sin contar el interinato de Alfredo Tena en 2011. Directivos, entrenadores y futbolistas llegaron y se marcharon de Coapa con las manos vacías mientras la Pandilla alzaba dos títulos de liga, tres trofeos de Concacaf Liga Campeones, y  un tercer lugar en el Mundial de Clubes de la FIFA. Fuera de toda duda el Monterrey manda hoy en México.

Cuando Salvador Cabañas erró el penal que le otorgó al Monterrey el último título de Interliga en el Home Depot de Carson –y con él el pase a la Libertadores de 2010- varios sabían ya que los del Norte iban en serio. Tan sólo un mes antes, un brillante recorte de Humberto Suazo a Guillermo Ochoa en el área chica eliminaba al América de las semifinales del Apertura 2009 en el mismísimo Estadio Azteca. Los Regios, además de quedarse con ese título de liga, hacían tambalear el ya de por sí débil proyecto de Jesús Ramírez al mando de los azulcremas.

Las semifinales del Clausura 2012 trajeron un nuevo choque entre Águilas y Rayados con el mismo resultado favoreciendo a los de Vucetich. Miguel Herrera dirigía su primera liguilla con el América y debió pagar derecho de piso frente a una plantilla del Monterrey apuntalada por el goleador que él mismo trajo a México desde el Colo-Colo de Chile –Suazo-; así como por Jonathan Orozco y Severo Meza, a quienes Herrera brindó sus primeras oportunidades durante su paso por el Tecnológico. Frescas siguen las imágenes de aquella semifinal en que una lluvia torrencial inundó el campo de los Rayados y el Piojo debió recurrir a Oswaldo Vizcarrondo como centrodelantero en la desesperación de voltear a la banca y no hallar respuestas de ataque. 2-0: Monterrey a la final, América a tomar vacaciones.

Y es que Monterrey no sólo sigue invicto frente al América sobre el césped cuando se trata de instancias de vida o muerte; también sigue invicto sobre el terreno de las contrataciones. Si antaño eran las Águilas el club que fichaba a los mejores extranjeros, hoy esa etiqueta le pertenece a la Pandilla. Por un Vicente Sánchez que el América regresó de Europa, el Monterrey trajo de vuelta a un César Delgado. Por un Jean Beausejour de fugaz paso por Santa Úrsula, hay un Walter Ayoví que dejará legado de trofeos en las vitrinas del Tec. Por un Daniel Montenegro que llegó al América con 30 años de edad, hay un Neri Cardozo que llegó a Monterrey con 24. Sin ir más lejos, Oswaldo Martínez llegó al fútbol mexicano vía Monterrey y su titularidad con el América sigue siendo tema de debate al interior del americanismo.

Y sin embargo la historia no juega en el fútbol. América y Monterrey se verán las caras nuevamente en un duelo que se antoja más parejo que nunca. Pese a que hombre por hombre los de Vucetich siguen siendo superiores a los de Herrera, América debe reflejar el porqué terminó segundo en la tabla mientras Monterrey calificó noveno. Si el año pasado Herrera padeció la inexperiencia de su primer torneo como técnico azulcrema, en este no hay excusas y deberá sacar lo mejor de Christian Benítez y del par de jóvenes que lograron consolidarse durante su gestión: Raúl Jiménez y Diego Reyes.

Si aquellas victorias del Monterrey frente al América entre 2009 y 2010 significaron el prólogo de la actual hegemonía rayada en el fútbol mexicano, ahora una victoria azulcrema que despeje el camino a la final podría ser ese golpe de autoridad que el americanismo pide a gritos. De lo contrario habrá que añadir un año más a los ocho que ya acumulan los de Coapa sin títulos.

Indiscutiblemente hoy los Rayados son la bestia negra de las Águilas. ¿Continuará la paternidad?

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