La gélida noche del 20
de junio de 2007 en el Estadio Olímpico de Porto Alegre, casa del Grémio, un
formidable zapatazo con comba de Juan Román Riquelme le daba a Boca Juniors su
cuarta Copa Libertadores en menos de una década. Tras 4 largos años de sequía
copera, se creía que los Xeneixes por fin habían dado con la tecla que haría
repetir la fórmula del éxito continental en la época post-Bianchi.
Razones había para
pensar que el nuevo Boca se enfilaba rumbo a una nueva era de gloria y triunfo.
Tras una seguidilla de técnicos incapaces de salir de la sombra del Virrey,
Miguel Ángel Russo proyectaba un aire ecuánime y prudente capaz de manejar uno
de los vestuarios y salas de prensa más calientes de toda la Argentina.
Asimismo el cuadro porteño contaba entre sus filas con una mezcla adecuada
entre juventud y experiencia cuyos nombres propios eran los Riquelme, los
Rodrigo Palacio, los Éver Banega, los Neri Cardozo y los Cata Díaz.
Finalmente, la
desmedida presión mediática provocó la marcha de Russo tras una derrota frente
al Milán en Japón, y la desmedida presión económica de una Liga que necesita
exportar hizo lo mismo con el talento joven bostero. El Boca campeón de la
Libertadores 2007 quedaría así completamente desmantelado y una derrota en Río
de Janeiro frente al Fluminense por semifinales de la Libertadores 2008
vaticinaba un proceso de deterioro todavía más dramático.
Después de varios años
sin Libertadores, el regreso de Boca en 2012 al máximo torneo continental de
América parecía haber reencendido la esperanza de la mano del viejo caudillo
Román y los goles de Pablo Mouche. No obstante, cuando Boca por fin había
regresado a la final por el título tras un largo peregrinar cobrándose venganza
del Flu, se encontró con que
Corinthians estaba ahí también.
El Timao de Tité no necesitó florituras
para imponer su superioridad sobre los argentinos y levantar la Copa en su
primera aparición en la final. Un sólido 11 inicial que ciertamente echó de
menos la presencia de un delantero asesino compensó la escasez goleadora con la
solidaridad defensiva del omnipresente Paulinho, y de Ralf, su socio en el
medio campo. Cuando el Corinthians necesitó goles bastó con la irrupción del
rebelde Emerson Sheik.
Tité, a sabiendas de
que Liedson no llenó el lugar reservado para el 9 del poderoso cuadro paulista,
mandó a fichar a Paolo Guerrero del Hamburgo alemán y además completó la
plantilla con la incorporación de Juan Manuel Burrito Mártínez, entonces estrella creativa de Vélez Sarsfield y
hoy titular en Boca Juniors. Con equipo apuntalado, el club de Sao Paulo voló a
Japón para arrebatarle el Mundial de Clubes al Chelsea de Juan Mata, Oscar,
Frank Lampard y Peter Cech gracias a una solitaria anotación del peruano
Guerrero. Corinthians, vigente monarca de América, vigente monarca mundial.
Ahora que la
Libertadores 2013 vuelve a enfrentar a argentinos y brasileños es inevitable
concluir que Corinthians y Boca juegan en ligas distintas. El Timao es, según la revista Forbes, “el
único club de fútbol billonario de Brasil” que trae de Europa a jugadores como
Alexandre Pato y Renato Augusto, y que además está a punto de inaugurar la
moderna Arena Corinthians con aforo de hasta 65 mil espectadores para el juego
inaugural del Mundial 2014. Por su parte, el gran fichaje de Boca para el 2013
lo gestó Carlos Bianchi al convencer a Riquelme de regresar del retiro para
derramar su fútbol sobre el césped de una Bombonera tan tradicional como
vetusta.
El Boca-Corinthians de
octavos de final traerá la confirmación de un cambio de hegemonía en América.
La hegemonía indiscutible del Boca del Virrey y de Román ahora es cosa del
pasado. Corinthians se asoma como el
nuevo Rey del continente y no encontrará un auténtico desafío quizás hasta la
final del Mundial de Clubes 2013 en Marruecos para defender su título global.
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