Debía ser en un
partido de vida o muerte en el que la necesidad de Modric como piedra angular
del Real Madrid se le revelase a José Mourinho. La vuelta en el Bernabéu frente
a un Dortmund arriba por tres goles presentó un escenario de riesgo máximo para
el técnico portugués. Y en ese momento de todo o nada fue que la presencia de
Luka Modric en el centro del campo se volvió innegociable.
El Madrid necesitaba acorralar a los alemanes en propio campo para soñar con la épica en Concha
Espina. Como consecuencia, Mourinho, entrenador pragmático, echó por la borda
el pivote de sus tres años en Madrid mandando a la banca a Sami Khedira para
jugar con Xabi Alonso al lado de Luka Modric. “Mou se decanta por los jugones
para buscar el milagro”, interpretaba la prensa madridista.
Así, en los primeros 15
minutos del encuentro los merengues crearon tres claras ocasiones de gol; de
esas de las que carecieron en 90 minutos más el agregado en el Signal Iduna
Park. Modric, en la primera de ellas que malogró Higuaín, le robó la cartera a Schmelzer en terreno
alemán para asistir a Özil y que éste a su vez dejara solo al Pipita frente a Weidenfeller. En la
última de las oportunidades manifiestas en el inicio del partido –desperdiciada
por Özil- Modric tira un pase vertical entre líneas desde medio campo para un
Gonzalo Higuaín que baja a recibir para habilitar al creativo alemán. De la
mano del croata, Higuaín y Özil desquiciaban a la línea defensiva del club de
la cuenca del Ruhr.
El BVB después logró
equilibrar el trámite del partido y parar al Madrid. Tras 11 minutos del
segundo tiempo, no obstante, Mourinho finalmente decidió romper lanzas haciendo
un cambio doble cuya principal modificación era sacar a Coentrao por Kaká:
quedarse con línea de 3 atrás en pos de jugar con el cuchillo entre los
dientes. Transcurridos diez minutos en que el Borussia Dortmund falló lo
inimaginable frente a Diego López, retiró a Alonso por Khedira para dar
pulmones frescos a las coberturas defensivas. Modric, sorpresivamente porque
los cambiados eran los del pivote madridista durante toda la era
Mourinho, permaneció innegociable.
El resultado fue
formidable: el Real Madrid echó hacia atrás al Borussia los últimos 15 minutos
del partido. Atacaron por el centro, por el flanco izquierdo y por el derecho,
tirando centros, tirando recortes y tirando asistencias entre líneas. Fue
entonces que Klopp tomó un riesgo y sacó a Lewandowski por Santana, un central,
para aglomerar gente en el área amarilla y defender la diferencia con uñas y
dientes.
Según la estadística,
Modric completó una tasa de pases exitosos de casi el 70%. Aunque Khedira
teóricamente bajaba a ayudar a la línea de tres del Madrid, el balcánico
también echaba una mano en defensa y se recargaba junto a Essien para recibir y
hacer la conexión con Ronaldo y Kaká. Luka Modric acabó como el resto de sus
compañeros: con las medias abajo, extenuado, y abatido.
Mourinho dejó de lado la especulación con la que maneja los duelos a eliminación directa en Liga
de Campeones. Ahora debía ir al
ataque con el balón sí o sí. Por lo tanto los pases kilométricos de Alonso o
los recorridos largos de Khedira, tan útiles cuando el Madrid de Mourinho
contragolpea, se volvieron absolutamente prescindibles. La capacidad de presión
y de asociación de Modric, en cambio, se tornó imprescindible.
Este Modric recordó al
primer Modric que maravilló al mundo. El Modric de la Croacia de Slaven Bilic
en la Euro de Austria y Suiza. Aquel mediocentro sorprendentemente bajo de estatura del
Dinamo de Zagreb que haciendo pareja con Niko Kovac le endosó una amarga
derrota de 2-1 a la primera Alemania de Joachim Low.
Regresando a Madrid,
resulta paradigmático que el último duelo de José Mourinho en la Casa Blanca por
Champions haya arrojado la gran revelación hacia el post-mourinhismo: un nuevo proyecto de Real Madrid necesita a Luka
Modric como piedra angular. Si el madridismo quiere dejar atrás años y años de
especulación como estilo de juego, Modric es innegociable.
Excelente, muy buen punto de vista y análisis.
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