domingo, 17 de junio de 2018

Juan Carlos Osorio final (y brillantemente) derrotó a Löw


Si no hubiera sido por las intervenciones quirúrgicas de Mats Hummels en defensa, la selección mexicana debería haber derrotado a Alemania por un marcador más abultado que el 1-0 final.

Los recuerdos de la paliza al Tri en la Copa Confederaciones del año pasado estaban frescos. En aquella ocasión, Juan Carlos Osorio optó por su 4-3-3 tradicional que fue exhibido implacablemente por el 3-4-3 de Joachim Löw, por la velocidad de Jonas Hector y Leon Goretzka.

Mientras que el primero se perdió este partido por lesión, el segundo se quedó en el banco de suplentes. Los campeones mundiales formaron con un 4-2-3-1 que fue replicado por sus adversarios mexicanos. Por lo tanto, la clave del encuentro fue el duelo en mediocampo entre Toni Kroos y Sami Khedira y Andrés Guardado y Héctor Herrera.

Es un dicho común en el fútbol que cuando dos escuadras se enfrentan usando las mismas tácticas los partidos son determinados por dos factores: calidad técnica por un lado, y nivel de ambición sin el balón por el otro. Es un dicho común, pero es cierto:

La estrategia de Löw se basó evidentemente en el tema individual mientras que la de Osorio se basó en la presión.

                                                     

Y es que no solamente el único gol del juego llegó tras una pérdida de Khedira a los pies del dúo dinámico de Guardado y Herrera, sino que otra oportunidad manifiesta para México a los 42 minutos ocurrió cuando Kroos concedió la posesión luego de un saque de esquina.

Carlos Vela sirvió para Miguel Layún. Este debió haber fusilado a Manuel Neuer, pero Hummels salió al rescate de la Mannschaft con un desvío casi imperceptible. Los alemanes tuvieron suerte de no recibir más goles a medida que Löw retiró a Khedira y dejó solo a Kroos en la mitad durante el segundo tiempo.

El Plan B de Löw (Marco Reus, Mario Gómez y Julian Brandt) buscó crear ataque desde los extremos porque su Plan A había consistido en generar fútbol en áreas centrales con los movimientos interiores de Julian Draxler, Mesut Özil y Thomas Müller.

No obstante, fracasó: el poner a Layún como volante diestro delante de Carlos Salcedo por parte de Osorio ayudó a mantener al mediocampo mexicano siempre con la guardia bien arriba y siempre bien posicionado. Layún quizás no tenga la habilidad de 'Tecatito' Corona, y todos sus disparos salieron fuera del marco, pero su disciplina fue fundamental para frustrar el juego teutón.

¿Así qué cuál fue la respuesta de Osorio tras el cambio de planes de Löw? El colombiano quitó el 4-2-3-1 y se la jugó por un 5-4-1, con el alto defensor Édson Álvarez como carrilero por derecha. La altura de Álvarez fue extremadamente útil al rechazar varios centros alzados a segundo palo por Joshua Kimmich, el mejor futbolista de Alemania solo por detrás de Hummels.

En resumen, la mayor victoria de Osorio también ha sido su mayor declaración de simpleza y pragmatismo. La ambición mexicana sin balón rindió frutos gracias al choque de 4-2-3-1 contra 4-2-3-1, en el cual cada futbolista conoce quién es su adversario individual. Herrera y Guardado cazaron a Khedira y a Kroos cual sabuesos contra zorros,

y el Profe Osorio por fin le hizo jaque-mate a Jogi Löw en el tablero de ajedrez.

Juan Carlos Osorio finally (and brilliantly) outsmarts Joachim Löw


Had it not been for a number of surgical interventions on the part of Mats Hummels in defence, the Mexican national team should have defeated Germany by a much larger margin than just 1-0.

The memories of the German thrashing against El Tri at last year's Confederations Cup were still fresh. In that match, Juan Carlos Osorio opted for his traditional 4-3-3 which was ruthlessly exposed by Joachim Löw's 3-4-3 system, by the speed of Jonas Hector and Leon Goretzka.

While the former was absent today through injury, the latter was an unused substitute. The world champions played with a 4-2-3-1 which was replicated by their Mexican contenders. Therefore, the key feature of the match was the midfield duel between Toni Kroos and Sami Khedira and Andrés Guardado and Héctor Herrera.

It is a football truism that when two teams battle each other using the same tactics, play gets determined by two factors: sheer quality on the one hand, and level of ambition without the ball on the other. It is a truism, but it is true: 

Löw's approach was evidently individual-oriented while Osorio's was pressing-oriented.

                                          

Not only did the game's only goal came after Khedira lost the ball to the dynamic duo of Guardado and Herrera, but also another clear chance for Mexico at 42 minutes happened when Kroos conceded possession under pressure following a corner kick.

Carlos Vela assisted Miguel Layún. He should have had fired past Manuel Neuer, but Hummels came to rescue Die Nationalmannschaft with an almost imperceptible deflection. The Germans were very fortunate not to have received more goals as Löw replaced Khedira and left Kroos alone in the middle during the second half.

Löw's Plan B (Marco Reus, Mario Gómez and Julian Brandt) sought to create attacks from the wings because his Plan A largely consisted in creating play within central areas with the narrow movements of Julian Draxler, Mesut Özil and Thomas Müller.

Yet, it failed: Osorio's placing of Layún as a right winger in front of full-back Carlos Salcedo helped to maintain Mexico's midfield always on guard and always positionally aware. Layún might lack the flair of 'Tecatito' Corona, and all his shots went off the target certainly, but his discipline proved crucial to foil German play.

So what was Osorio's response after Löw changed his plans? The Colombian ditched the 4-2-3-1 and went for a 5-4-1, with tall defender Edson Álvarez playing as a right wing-back. Álvarez's height was extremely helpful at blocking many crosses delivered by Joshua Kimmich, Germany's undisputed best player only after Hummels.

Summing up, Osorio's biggest victory has also been his biggest statement of simplicity and pragmatism. Mexico's ambition without the ball proved fruitful thanks to the clash of 4-2-3-1 in which each player knows exactly who's his individual contender. Herrera and Guardado hunted down Khedira and Kroos like hounds on foxes,

and Profe Osorio thoroughly outsmarted Jogi Löw at the chess table. Kudos to him.

sábado, 16 de junio de 2018

Sampaoli transformándose en Sabella




Con Argentina, todos comienzan intentando jugar con línea de tres atrás y terminan jugando con línea de dos adelante.

Hace cuatro años, en su debut ante Bosnia en Maracaná, la Albiceleste alineó al trío defensivo compuesto por 'Fede' Fernández, Garay y Campagnaro y, para el partido siguiente, se cambió a la línea de cuatro que ya no se modificó inclusive en la final perdida.

Alejandro Sabella había llegado pues a la conclusión inevitable: Messi lo condiciona todo, lo bueno y también lo malo. Así que el poner jugadores por delante suyo significa desequilibrar defensivamente a la escuadra. Esa fue la amarga lección aprendida por Maradona tras el 4-0 de Alemania en 2010.

No existe alternativa: es siempre Messi en el doble nueve con dos líneas de cuatro por detrás suyo. Hasta Ernesto Valverde lo sabe.

El problema ahora fue que, hablando en términos del famoso cuatrotrodós, Islandia es amo y señor de dicho sistema. Antes del 1-0 argentino en el Estadio del Spartak de Moscú, el lateral diestro Birkir Saevarsson le puso en bandeja una oportunidad inmejorable al volante zurdo Birkir Bjarnasson en una calca al carbón del primero de Islandia contra Portugal en aquel debut de la Euro.

Bjarnasson falló, pero demostró la peligrosidad islandesa y la esencia del cuatrotrodós en fase ofensiva: adelantar por afuera a los defensas laterales para alzar servicios al corazón del área.


De hecho, esa fue la razón detrás de la alineación de Eduardo 'Toto' Salvio como lateral a pesar de jugar más adelantado en el Benfica: el contar con un hombre de características más ofensivas que las de Gabriel Mercado. El 'Toto' desbordó y sirvió con cierta peligrosidad en un par de ocasiones...

... Pero sus balones no produjeron remates francos porque Sergio Agüero, a pesar de su velocidad e inteligencia, carece del poderío físico para derrotar en la batalla del músculo a los zagueros rivales. Aunque mediante su picardía característica convirtió su primer gol mundialista, el doble nueve con Messi clama a gritos por un rematador tipo Gonzalo Higuaín.

No hay más. Sampaoli habrá de llegar a otra conclusión inevitable: Messi no solamente condiciona el dibujo táctico, sino que también condiciona la elección de jugadores.

A partir de aquí veremos al 'Pipita' jugar de arranque y a Sampaoli convertirse de a poco en Alejandro Sabella II.

Francia... Quien falta no es Benzema, sino Payet


Pese a haber alcanzado la final en Saint-Dennis, La France jamás pudo enchufarse en su propia Euro. Rumania y Albania, dos de las escuadras más limitadas de aquel certamen, cerca estuvieron de sacarle un par de igualadas sin goles.

Pero entonces apareció Payet...

Ese pequeño mulato francés capaz de pausar la acción ya sea en círculo central, en los extremos o en las afueras del área. El diez del Olympique marsellés combina aquellas dos erres que parecen ya incombinables en el frenesí contemporáneo de este deporte: regate y reflexión.

Dos años después, la selección azul demostró que no ha cambiado nada. Ante un rival cuyo sorpresivo desempeño merece un análisis aparte que habrá de dejarse para después, la escuadra de Deschamps volvió a encomendarse a aquellas fórmulas mágicas del 4-3-3 y del falso nueve.

Son mágicas porque quien las usa parece esperar que el ataque se produzca como por arte de magia. Contra el entramado defensivo de ocho futbolistas australianos detrás de la línea del balón, ni los desmarques de Griezmann ni la capacidad regateadora de quienes le acompañaron por los costados hallaron espacios con consistencia.




Porque consistencia (o "volumen de juego", como le llaman los expertos) es lo que habría de esperarse de la riqueza de talento individual que presume el combinado galo.

Quizás habrá mucho Fekir, habrá mucho Pogba, mucho Mbappé y mucho Dembelé. Pero sí que falta una pizca de Payet.

En las redacciones parisinas de L'Equipe, Le Figaro o France Football acaso alguno dirá que su seleccionador debió reconsiderar el tema Karim Benzema puesto que el atacante madridista sabe jugar y hacer jugar saliéndose del área. "Es que para eso ya tenemos a Antoine", otro le responderá.

Claro: una cosa es saber jugar y hacer jugar desde el centro del ataque y otra muy distinta es saber jugar y hacer jugar desde zona de tres cuartos. Por ello Benzema y Payet son distintos. Y por ello, quien hace falta de verdad en esta Francia, es el diminuto Dimitri.
  

domingo, 3 de junio de 2018

El Tri de La Cofradía


Al calor de la apurada victoria de México contra Uruguay en la Copa América Centenario, Juan Carlos Osorio violó la ley no escrita del fútbol: lo que pasa en la cancha se queda en la cancha. Arrancando su rueda de prensa en el estadio de la Universidad de Phoenix, arremetió contra José María Giménez.

Pero si por el contrario, él lo entendió y decidió venir a agredirme después del juego, se lo quiero manifestar nuevamente, como se lo dije a él, es un comportamiento irrespetuoso, inapropiado de un profesional, que no solamente juega para uno de los mejores clubes del mundo, sino para una de las mejores selecciones del mundo y esos comportamientos no deben de ser aceptados en el fútbol profesional.

No entró en más detalles. Acto seguido se conectó consigo mismo usando su capacidad oratoria para mezclar fútbol y ciencia. Su escuadra había perdido una ventaja de 1-0 ante un rival con diez por la roja a Matías Vecino y solo logró recuperarla mediante un gol de Rafa Márquez tras corregir un mal control valiéndose de su mano derecha.

“En la psicología deportiva," dijo, "se habla mucho de jugar inhibidos cuando usted tiene el resultado en sus manos y eso aconteció con el equipo, le ha acontecido a muchos equipos y de élite, y por eso igualan marcadores y remontan marcadores, no hicimos ningún cambio ni se le dijo al equipo que se fuera para atrás".

El mal funcionamiento de una colectividad no solamente es estudiado por la psicología deportiva. Si bien esta puede explicarlo a través del concepto de la "inhibición", la ciencia política puede explicarlo a través del concepto de la "repatrimonialización":

Esto es, que al interior de la colectividad surja un grupo que tome las decisiones como si la colectividad misma fuera su patrimonio individual, o su coto de poder, a expensas del sentir de los demás.

"Repatrimonialización": dícese de la formación y enquistamiento de un grupito cerrado.

Mientras la psicología deportiva explica por qué un equipo juega mal un partido, la ciencia política explica por qué un equipo juega mal varios partidos. En términos futbolísticos esto último se conoce de dos formas: falta de competencia interna (José Juan Vázquez) y falta de recambio generacional (Rodolfo Pizarro).


Aunque durante la era del técnico colombiano la prensa mexicana se dividió entre el bando de sus seguidores y el bando de sus detractores, el único quien logró cambiar los términos de la discusión fue el narrador Christian Martinoli.

Lo logró lanzando al aire durante la transmisión de un amistoso molero esta expresión, "La Cofradía", la cual quita el énfasis de la figura de Osorio para ponérselo a la del grupo de jugadores:

Se supone que al conjunto representativo del fútbol mexicano deben asistir los elementos que vivan un buen momento y no aquellos que tienen una beca ganada por lo que fueron, o peor aún, por lo que siempre se ha dicho algún día podrán dar...

Desde hace un par de lustros, el Tricolor vive secuestrado internamente por una cofradía de elementos que lo único que han hecho vestidos de verde en competencias de alto calibre o frente a rivales de gran envergadura, es mostrar su ineficacia en momentos cumbre, por decirlo de manera elegante.

Llámesele "grupito" o llámesele "cofradía", la disfunción sistémica ocurre cuando el jugar para la selección responde al privilegio del pasado y no al mérito del presente.

Desafortunadamente, no fue sino hasta la eliminación en octavos de final en Rusia 2018 que la comentocracia mexicana se dio cuenta que había que poner en marcha un recambio generacional:
que había que cuestionar al grupo de futbolistas que vio desfilar directores técnicos como "Chepo", Tena, "Piojo" y Osorio, mientras ellos dormían en los laureles de los mundiales sub17, las medallas olímpicas y las experiencias europeas sin pena ni gloria. 

Una situación donde los seleccionados se seleccionan a ellos mismos es un comportamiento que no debe ser aceptado en el fútbol profesional.

Afortunadamente, la llegada de Matías Jesús Almeyda al banquillo del Tri significó el fin de la era de La Cofradía y el inicio de la era marcada por una nueva generación de jóvenes mexicanos con sed y hambre de gloria. Tras alcanzar el quinto partido en el mundial de Catar, Almeyda acalló finalmente a sus críticos y detractores de la televisión justificando el porqué la afición dejó de llamarlo Matías y empezó a decirle: "Mesías".

miércoles, 23 de mayo de 2018

Sí extrañaré al Gabacho en el Mundial


Yo aprendí que todos los tiempos son uno una tarde de junio del 2010 viendo por televisión y cerveza en mano el Estados Unidos contra Eslovenia del mundial de Sudáfrica. Cerveza también debí haber tenido en la mano una madrugada de junio del 2002 viendo por televisión el Estados Unidos contra México de Corea y Japón.

No la tuve porque entonces no tenía edad para beber y aquella amargura hube de ingerirla en un trago de lágrimas y mocos que pensé que duraría para siempre.

Un disparo sordo con mira telescópica de aquel francotirador llamado Brian McBride y otro con el estruendo del revólver de aquel joven maverick llamado Landon Donovan me hicieron entender que la tragedia de México es hallarse tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos de América. La triste lección histórica de los libros de texto gratuitos de la SEP ahora venían a enseñármela en un mundial.

Jamás imaginé que aquel inconsolable niño chillón gritándole a la tele aquella madrugada se transformaría ocho años después en un chavo jubiloso con los goles de Donovan y compañía. Es la magia del fútbol cuando está escrita por un guionista hollywoodense: el giro inesperado, el final milagroso que sabemos de antemano y aún así no para de embelesarnos.

Los gringos perdían 2-0 al entretiempo contra la misma Eslovenia que eliminó a la Rusia de Hiddink, del enano Arshavin y del gigante Pavlyuchenko. Aquellos primeros 45 minutos me bastaron para recordar hasta hoy los apellidos de Handanovic (conocido por todos ya), de Virsa y de Novakovic. Dueño de una zurda educada, el pequeñín Virsa hizo el primero. Dueño de unos movimientos de ajedrecista eslavo, el flaco Novakovic sirvió el segundo.

"Qué bueno que ya se los están chingando," pensé antes de dar el dulce sorbo de la venganza.

Pero entonces algo pasó.

Quizá el Bradley papá les dio un discurso digno de Denzel Washington en Remember the Titans abrazándose unos con otros, o quizá el utilero les dio a beber del agua maravillosa que Michael Jordan dio a Bugs Bunny y al Pato Lucas en Space Jam, pero -a pesar de ser los mismos- eran otros. Estaban cambiados. Volvieron al césped armados con esa fe inquebrantable de quien sabe que esto no se acaba hasta que se acaba.

'Cause baby there ain't no mountain high enough 
Ain't no valley low enough 
Ain't no river wide enough 
To keep me from getting to you babe

Quién si no Donovan para conducir la pelota rápida y furiosamente, aproximándose cada vez más a un Handanovic que olvidó el achique como deber del guardameta. Se quedó como estatua de marfil debajo del travesaño y Donovan le voló la cabeza de un escopetazo de aquellos que hacen volar latas vacías de sopa Campbells colocadas sobre las cercas de madera en los dorados campos de maíz en Kansas mientras el sol se pone.

A partir de ese momento el odiado archirrival de México comenzó a jugar por nota. Comenzaron a hacer méritos y aquel antiamericanismo mío comenzó a derrumbarse en cuestión de un sinnúmero de brillantes jugadas. Fue como si cada trago agrandara mi sed por verlos lograr darle la vuelta a aquella difícil situación. Si el primero de Estados Unidos fue obra del liderazgo de Donovan, el segundo corrió a cuenta del trabajo colectivo materializado en el punterazo del Bradley hijo.

Mi felicidad por el 2-2 fue empañada por un tanto mal anulado que debió darles la victoria 3-2. Pero mi satisfacción fue total. Había visto entero el que para mí sigue siendo el mejor partido que haya visto nunca en un mundial. Y de repente recordé a los gringos contra Portugal de Figo y contra Alemania de Ballack en el 2002, contra la Italia campeona mundial del 2006 y el codazo de De Rossi.

Me acordé de su capacidad para meterse en aprietos y salirse de ellos gracias a esa grandísima esperanza en el porvenir que muchos llaman Sueño Americano.

Todos los tiempos se vuelven uno cuando la historia del fútbol se narra a través de la épica. No a través de los triunfos pronosticables de los grandes sobre los chicos, sino a través de las victorias inesperadas de los chicos sobre los grandes. En el fútbol, Estados Unidos es de los chicos.

Los echaré de menos porque echaré de menos la épica futbolera que destruye los muros levantados por el tiempo y el espacio, que son los muros del patrioterismo ciego. Sin esos regresos espectaculares el sabor de mis cervezas nunca será igual y el fútbol pierde un poco de su refrescante gusto en el paladar.


lunes, 14 de mayo de 2018

Eugenio Derbez, el Güiri-Güiri y el humor deportivo


Andrés Bustamante rompió esquemas durante los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 parodiando a Vicente Fox para Televisión Azteca. El creador de personajes como “Ponchito”y el “Hooligan” entraba así en un terrero virgen (¿virgen por autocensurado, quizás?) para los comediantes con acceso privilegiado a canales abiertos: La crítica al poder.

Bustamante en realidad estaba haciendo más que criticar al poder: estaba sometiendo a prueba la apertura democrática de nuestra sociedad en un año en el cual se dio la única alternancia de partido político en la residencia ofical de Los Pinos. Fue un acto muy valiente.

Adicionalmente, y desde luego, la fórmula deporte-comedia de “Ponchito” fue tan exitosa que en la división de contenidos deportivos de Televisa –el actor preponderante de la televisión abierta- se vieron forzados a reaccionar de alguna forma. Y esa reacción llegó bajo el nombre de Eugenio Derbez.

Derbez, si no mal recuerdo, tenía un personaje que se burlaba de la gente pobre estereotipándola con playeras sucias y roídas de las Chivas. Además, aparecía al lado de “La Chupitos”, la caracterización de una mujer de estrato humilde, pelo obscuro, piel morena y con sobrepeso, en visible estado de ebriedad.




Encima, la comedia de Derbez en justas olímpicas o mundiales de fútbol nunca examinó al deporte para generar contenido. Casi siempre se trataba de salir a las calles disfrazado para tomar por sorpresa a la afición bajo el incentivo de “salir en la tele”. Incluso el “Súperportero” (una especie de parodia de los uniformes de Jorge Campos en el Mundial de Estados Unidos 1994) no hacía comedia deportiva, sino publicidad encubierta (“córtale, córtale, córtale mano,” era el estribillo cuando alguien mencionaba "accidentalmente" productos tales como refrescos o detergentes).

Es cierto que el Güiri-Güiri tenía también a “Horacio Cascarín”, el DT de un equipo llanero, Los Mazacotes de Chicontepec, mediante el cual se explotaban –para bien y para mal- las características atribuidas al mexicano: era el estereotipo del “fútbol colmillo”. En aquellos sketches se alargaban las porterías para que los mexicanos no fallasen penales, usaban plástico para detener al adversario o le ponían cohetes a los botines a fin de correr más rápidamente.

Pero en Bustamante el estereotipo no era empleado para burlarse de un estrato específico de la sociedad mexicana –los pobres-, sino para burlarse de la sociedad mexicana en su conjunto. Y es que las mañas del “fútbol colmillo” satirizaban tanto a un país de muy escasos éxitos deportivos (pero loco por el deporte), como también satirizaban aquello tan difícil de definir como la “picardía mexicana”, o nuestro carácter nacional.

Casi 20 años después de Sydney 2000, la carrera de Bustamante ha entrado en una fase de retiro mientras que la de Derbez vive su punto más alto. Tan alto que ahora se da el lujo de cargar contra los jóvenes -otro estrato específico de la sociedad- por atreverse a mencionar el tema salarial en las entrevistas de trabajo.

En estas dos décadas, sin embargo, Derbez jamás ha usado su humor para cuestionar al poder ni para hacernos reflexionar sobre los beneficios o perjuicios de nuestros modos y costumbres, así sea en un terreno tan trivial como el meramente deportivo.

Quizás la retirada de Bustamante, y el ilimitado éxito comercial de Derbez, nos recuerda que la comedia en el México de la televisión sigue siendo un sutil (y a veces no tan sutil) ejercicio de autocensura. Lo cual, cuando el árbitro pita el silbatazo final, marca la victoria del comediante que se burla de aquellos que no pueden defenderse y la derrota del comediante que hace sátira social.