viernes, 12 de octubre de 2018
No hay que comer ansias con Roberto Alvarado
Confieso que cuando iba a ver al Celaya FC al Miguel Alemán Valdés siempre me tocaba sentarme donde daba el sol en los primeros tiempos. Roberto "El Piojo" Alvarado solía jugar justo del lado de sombra y (para cuando llegaba la parte complementaria) yo ya llevaba una o dos cervezas encima.
Así que mi valoración de su juego acaso no sea la más objetiva posible.
En aquel Clausura 2016 la escuadra cajetera dirigida por Gustavo "El Chavo" Díaz terminó como superlíder del Ascenso MX. El suyo no era un fútbol espectacular y el sistema tampoco era la gran maravilla, pero la alineación inicial tenía nombres de peso (para estándares de la categoría de plata de nuestro balompié): Ángel Reyna, John Javier Restrepo, Tressor Moreno, César Villaluz y Alfredo "El Chango" Moreno.
El DT charrúa tuvo el acierto de reconocer que los colombianos estaban ya muy viejos para las exigencias de la profesionalidad y rápidamente los sentó en la banca. Optó pues por unas tácticas sencillas donde "El Pleititos" y "El Chango" no tuvieran que bajar a defender y los nueve jugadores restantes balancearan el armado cuando el equipo no tuviera la pelota.
Exactamente ahí fue donde Alvarado ganó un puesto en la alineación inicial por uno de los costados, dando cohesión defensiva y desdoble veloz en el contragolpe. Pero para ser honesto ni siquiera me di cuenta de si su aporte fue fundamental o no, porque el sol me pegaba directo en la cara y (casi siempre) me distraía con el cubetero.
Sin embargo, al final de cada partido salía por la Avenida Irrigación pensando que el jugador más valioso no era ni Reyna ni Moreno (el primero era letal en la pelota quieta aunque podía pasar largos lapsos desapercibido mientras el segundo, según me dijeron, no se recuperaba de una lesión que causó su salida de Xolos). No, qué va: el mejor hombre de Díaz era el chileno Sergio Vergara.
Él era el que jugaba cerca de donde estaba yo. Encima siendo zurdo lo ponían a perfil cambiado para recortar hacia dentro y rematar a segundo poste. Así clavó varios muy buenos goles que dieron varios muy buenos puntos que hicieron soñar a Celaya con volver a primera y rememorar las épocas de Butragueño, "El Chispa" Suárez y "El Gambetita" Latorre.
"Sipo: él en La U jugaba con el Edu Vargas y se conocen desde [que ellos eran] cabros chicos po'," me dijo el padre de Vergara, quien regularmente iba acompañado también de la madre y la joven novia del crack del Ascenso MX.
Desafortunadamente, los Toros fueron echados fuera por el Atlante en liguillas consecutivas. Los Potros de Hierro tampoco llegaron muy lejos en sus aspiraciones, pero lograron desnudar la escasez de variantes en la escuadra de "El Chavo". Dos líneas de cuatro bien echadas atrás fueron suficientes para evidenciar -desde mi muy humilde opinión- que Alvarado aún carecía de la madurez para decidir bien cuando el adversario no concede espacios en su retaguardia.
Tras aquella desazón cajetera tanto Alvarado como Vergara recalaron en Pachuca, sin muchas oportunidades de mostrarse, por cierto. Mientras el mexicano corrió con la suerte de proseguir su andar en el máximo circuito, el andino volvió para picar piedra en los Mineros de Zacatecas.
Tal vez Alvarado sí sea todo lo bueno que los analistas de la televisión y las redes sociales dicen. Pero, así como en el Ascenso MX la liguilla por el medio boleto para la Liga MX dicta quién es quién, asimismo en la Liga MX en los partidos de liguilla se juega con iluminación artificial y es donde el talento de verdad sale a la luz. Ahí sí se ve de cuál cuero salen más correas.
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