lunes, 2 de abril de 2018

Irle al Veracruz, bajo los tres palos


Quizás porque desde chico le voy a los Tiburones Rojos es que cuando veo un partido de fútbol suelo fijarme primero en el portero. Así como por ejemplo quienes le van al Cruz Azul ven el fútbol desde los subcampeonatos y los goles fallados por los nueves, así yo lo veo desde los descensos, las golizas en contra y el drama de quien recoge el balón cuando ya está en el fondo de la red.

Aunque no siempre fue así. Tenía nueve años cuando una fotografía de Adolfo Ríos impresa en sepia en el Notiver promocionaba un Veracruz-Necaxa asegurando que el cuadro escualo contaba con un cancerbero que más bien era un "Pararrayos humano". Efectivamente, Ríos transmitía confianza en una escuadra que alcanzó las semifinales del último torneo largo de la historia del balompié mexicano (1995-1996)... y que en la vuelta cayó vapuleada por el Celaya 5-1.

Raro equipo es el Veracruz, pues desciende como Veracruz pero no asciende como Veracruz. Tras años de vagar por la Primera "A", un empresario mejor agarró al Irapuato ascendido y se lo llevó a la costa del Golfo de México con todo y portero. El guerrerense Samuel Máñez (qepd) no era Ríos ni mucho menos, pero así como podía comerse goles infantiles así también era capaz de lo providencial, decía Rafa Puente. Y tenía razón. Antes de que se nos adelantara en el camino, Máñez garantizó primera división en el Luis de la Fuente al menos un año más.

Y entonces llegó ese espectáculo aparte llamado Damián Grosso. De escuela argentina, Grosso desafiaba todo lo que hasta ese entonces entendía yo del oficio de guardameta viendo a puros mexicanos. Grosso jugaba la bocha con los pies. Grosso salía del área para achicar. Grosso tenía un arrojo y una personalidad a prueba de balas y a prueba del qué dirán. Un mediodía de domingo en el Estadio Azteca él y Cuauhtémoc Blanco se citaron para después diciéndose el uno al otro hasta de lo que se iban a morir.

Nadie entendía nada hasta que una repetición con acercamiento forzado exhibió a Grosso haciéndole en la cara su propio festejo al Cuauh luego de taparle un penal.

                       

Tiempo después se dio un descenso más. Y tiempo después el equipo "ascendió" nuevamente. Leonín Pineda, (quien a pesar de haber subido con el Tijuana y con La Piedad permanece atado al Ascenso MX), fue rápidamente reemplazado por Melitón Hernández, quien a su vez ascendió al León de Matosas. Que yo recuerde Melitón es, junto con Filiberto Fifu Fulgencio, de los escasos futbolistas jarochos con cierto trayecto en primera. Similar a Máñez, capaz de lo peor y de lo mejor, acaso aún más inseguro, Melitón fue directamente responsable de la eliminación de los Tiburones ante el suertudo Querétaro de Ronaldinho en una liguilla y también tiene la culpa de las canas que cada día amenazan más y más con poblar mi cabeza en su totalidad.

Ay, Melitón: para bien y para mal en las palmas de tus guantes -que unos días parecen imanes y otros, barras de mantequilla-, yace el destino de la franquicia. Esa franquicia cuyos seguidores suspiramos por un Pirata goleador que jamás vimos jugar y que los partidos solemos verlos con los ojos puestos en la portería de nuestro propio equipo. Quienes le vamos al Veracruz tal vez te aborrecemos tanto porque en realidad eres un reflejo de nosotros mismos: eternamente ahogados en nuestro mar de pifias, pero al final juntos y esperanzados en esa mano salvadora que acuda en nuestro rescate.

2 comentarios:

  1. Suscribo cada una de tus palabras... Precisamente ayer decia, pinche meliton hoy con esas atajadas eres el salvador del equipo una de todas las tardes que nos has acuchillado.... En lo personal todavia no olvido la tragicomedia que se aventó en la liguilla contra queretato....pero ayer fue un salvador
    #siempretiburon

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    1. Tan solo hace dos temporadas el Veracruz estaba sacando un 0-0 de visita en Pachuca y en el último minuto regaló el 1-0 en contra. #SiempreTiburón

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