jueves, 1 de febrero de 2018

Guido Pizarro y el juego de las apariencias


Cuando Sky adquirió en exclusividad para México los derechos de la liga española, aquella primera temporada (2006-2007) fue transmitida con narración original de la televisión ibérica. Así fue como di con el mítico narrador Andrés Montes, a quien se le atribuye la autoría del término "tiki-taka".

Aquel año, Javier Aguirre entrenaba al Atlético de Madrid y Montes narró varios de sus partidos. Al cuadro colchonero había llegado un búlgaro regateador, Martín Petrov, a quien Montes le apodó "Efex (FX): efectos especiales". Y es que, a pesar de ser veloz y de poder zigzaguear con el balón, verdaderamente escasa era su producción. Era apariencia nada más, decía Montes.

Esto viene a cuento del frustrado regreso de Guido Pizarro a Tigres tras su primer semestre en el Sevilla Fútbol Club. La justificación de su deseo de volver a México según la prensa era tener minutos de cara al Mundial. Además de los minutos, México le daba al argentino la posibilidad de recuperar su apariencia de mandón del centro del terreno en el club campeón de la Liga MX.

Pizarro me parece un pasador preciso y confiable que sin embargo sufre cuando le cierran los espacios o cuando lo marcan personalmente. Lanzando contragolpes es un crack, pero no olvido la apariencia de impotencia que me dejó en la final de la Libertadores 2015 cuando el River Plate de Marcelo Gallardo le cerró todas las avenidas a través de Matías Kranevitter y de Leo Ponzio.

La misma apariencia que me dejó en esa final ante Chivas y frente a la marca de José Juan Vázquez y de Orbelín Pineda.

En Sevilla, las apariencias indican que Vincenzo Montella no quiere a Pizarro y que por quien realmente suspira es por el español Borja Valero, a quien dirigió en la Fiorentina unas tres o cuatro temporadas de Serie A. Para mí, Valero es el "Efex" de esta década: la lleva bordada al botín, la esconde, la pisa, la mueve por un lado y el por el otro y, al final del día, con él todo queda en apariencias. Valero es hoy la imagen del medio campo de un Inter de Milán embrollado nuevamente.

El fútbol, especialmente cuando cierra el mercado de pases, es también un juego de apariencias. Quien aparenta ser una cosa para algunos no lo aparenta para otros y viceversa. La realidad como siempre está en el punto intermedio: Pizarro ciertamente tiene nivel para jugar en el Inter y Valero por supuesto que podría jugar en el Sevilla. El tema (y el desengaño) está en las apariencias superlativas.

Viéndolo en retrospectiva, el estilo de Andrés Montes en la prensa de fútbol de esta década sería del todo inaceptable. ¿Afirmar públicamente que un jugador no es más que efectos especiales? Ni pensarlo. Lo de hoy es decir: "Mira qué zurda, mira cómo abre líneas de pase, mira de qué forma limpia el camino, mira cómo ha evolucionado tácticamente".

Y, así, todos los jugadores hechos de cierta apariencia juegan el fútbol de las apariencias más que el fútbol de los partidos. Ojalá que Pizarro me calle la boca y la rompa en Sevilla porque yo sigo prefiriendo a Leo Ponzio, que jamás contó con apariencias, pero siempre cumplió jugando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario