Tras un vínculo iniciado hace cuatro años en la Copa América
de Argentina, la Copa América que Chile organiza es el último torneo en que
la Roja vestirá el logo de la marca alemana Puma en sus indumentarias oficiales.
Nike será el nuevo proveedor de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional de
Chile (ANFP) al derrotar a Puma ofreciendo, extraoficialmente, siete millones
de dólares anuales hasta 2023 y superando de lejos los tres millones anuales
pagados por los alemanes en el contrato anterior.
El anuncio de camisetas Nike para un seleccionado que vio el
desplome de su 'caché' mercadotécnico en los doce años que duró su ausencia de participaciones mundialistas
entre 1998 y 2010 luce como la reivindicación comercial de su resurrección
futbolística. Chile, a final de cuentas, se convierte en el único combinado
nacional de la Conmebol que viste la palomita estadounidense aparte del Brasil
pentacampeón.
Sin embargo, lejos está de ser reivindicación ya que dicha
corporación estaría metida hasta el tuétano en las acusaciones de corrupción
que el Gobierno de Estados Unidos emprendió contra la burocracia de la FIFA;
incluida Conmebol y socios comerciales. Según un artículo del Wall Street
Journal firmado por Sara Germano y Patricia Kowsmann, ejecutivos de Nike habrían
realizado desembolsos 'paralelos' a miembros de la Confederación Brasileña de
Fútbol (CBF) del contrato de 200 millones de dólares de 1996 que vio el inicio
del matrimonio entre Nike y el Scratch.
Después del éxito comercial del mundial de Estados Unidos '94,
Nike Inc. se convenció de apostar fuerte por el fútbol asociación para recibir
una rebanada grande del pastel que Adidas solía comerse casi sola. Y así fue
que rompieron lanzas por el entonces tetracampeón. Pero los estadounidenses
poco sabían de hacer tratos con dirigentes sudamericanos, como Philip Knight,
cofundador de Nike, reveló en declaraciones de 1997: "Nos quedamos un poco
sorprendidos en términos de la política del fútbol y en el cómo se hacen
negocios en ese mundo... De algún modo es el más político de todos los
deportes". Para 2001, una
investigación del Congreso en Brasilia descubrió que el contrato de 1996
estipulaba el pago directo, sin intermediarios, entre Nike y la CBF.
Acusaciones hechas públicas en las últimas semanas arrojan que 30 ó 40 millones
de esos 200 fueron dados a un intermediario (José Hawilla, CEO de la compañía
Traffic) para pagar sobornos, hacer favores y entregar dádivas (a Ricardo
Texeira, ex directivo de la CBF, de paradero desconocido y quien sólo aparece
en el reporte como "Co-conspirador #11").
Los cargos del Departamento de Justicia no mencionan a Nike
como tal, sino como "Compañía de Indumentaria Deportiva A". Y aunque ningún ejecutivo carga de momento
sobre sí acusación alguna, e incluso se habla de cooperación con las
autoridades, la Real Federación Holandesa de Fútbol (KNVB) sujetó a revisión su
propio contrato con Nike que, también, data de 1996.
Sin dudas la de Chile será la Copa incómoda para Nike. En un
plano de análisis superficial, no sólo el seleccionado anfitrión y Brasil
aparecerán en el roster de la corporación, sino que también el balón oficial
del torneo, el 'Cachaña' (regate, en
quechua), es proporcionado por Nike: la Conmebol, de la cual los ex dirigentes
Nicolás Leoz y Eugenio Figueredo llevan sobre sus cabezas pedidos de
extradición, acordó desde la Copa América del 2004 el patrocinio de la pelota
oficial tras no renovar su acuerdo con Penalty, una compañía brasileña que
también proveía los balones de la Copa Libertadores. Just do it.
En un plano de análisis más profundo, la implicación de Nike
en el fútbol sudamericano invita a reflexionar sobre el rol de las
corporaciones multinacionales en el mundo en vías de desarrollo, o más bien, en
la globalización. Hace dos décadas, la publicación de Empire de Michael Hardt y Antonio Negri tuvo tal éxito que dicho
rol sólo podía explicarse en términos económicos: el post-fordismo, la división geográfica de
los procesos de producción, hizo de las corporaciones entes
supranacionales, multinacionales, con capacidad de dirigir la distribución
(extracción, según los autores) del capital. Por ello, común era observar entre
los movimientos globalifóbicos pancartas contra las fábricas de Nike en
Bangladesh o Pakistán citando las infrahumanas condiciones de trabajo infantil
en la confección de uniformes y balones.
Pero el asunto entre Nike y la CBF sugiere algo distinto.
Económico sí, pero esencialmente político, como dijo Knight en 1997. En este caso estamos frente a un asunto de
cultura política en que igual participan ejecutivos norteamericanos que
burócratas brasileños, chilenos, o federativos holandeses. Un asunto así invita
a pensar que el fútbol se ha transformado en un escenario tan global que borra
las divisiones entre el mundo desarrollado y el mundo en vías de desarrollo,
como sugería Empire, y que más bien
estamos ante fenómenos novedosos que ya ameritan nuevas aproximaciones. La
palomita es más que economía.