lunes, 14 de mayo de 2018
Eugenio Derbez, el Güiri-Güiri y el humor deportivo
Andrés Bustamante rompió esquemas durante los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 parodiando a Vicente Fox para Televisión Azteca. El creador de personajes como “Ponchito”y el “Hooligan” entraba así en un terrero virgen (¿virgen por autocensurado, quizás?) para los comediantes con acceso privilegiado a canales abiertos: La crítica al poder.
Bustamante en realidad estaba haciendo más que criticar al poder: estaba sometiendo a prueba la apertura democrática de nuestra sociedad en un año en el cual se dio la única alternancia de partido político en la residencia ofical de Los Pinos. Fue un acto muy valiente.
Adicionalmente, y desde luego, la fórmula deporte-comedia de “Ponchito” fue tan exitosa que en la división de contenidos deportivos de Televisa –el actor preponderante de la televisión abierta- se vieron forzados a reaccionar de alguna forma. Y esa reacción llegó bajo el nombre de Eugenio Derbez.
Derbez, si no mal recuerdo, tenía un personaje que se burlaba de la gente pobre estereotipándola con playeras sucias y roídas de las Chivas. Además, aparecía al lado de “La Chupitos”, la caracterización de una mujer de estrato humilde, pelo obscuro, piel morena y con sobrepeso, en visible estado de ebriedad.
Encima, la comedia de Derbez en justas olímpicas o mundiales de fútbol nunca examinó al deporte para generar contenido. Casi siempre se trataba de salir a las calles disfrazado para tomar por sorpresa a la afición bajo el incentivo de “salir en la tele”. Incluso el “Súperportero” (una especie de parodia de los uniformes de Jorge Campos en el Mundial de Estados Unidos 1994) no hacía comedia deportiva, sino publicidad encubierta (“córtale, córtale, córtale mano,” era el estribillo cuando alguien mencionaba "accidentalmente" productos tales como refrescos o detergentes).
Es cierto que el Güiri-Güiri tenía también a “Horacio Cascarín”, el DT de un equipo llanero, Los Mazacotes de Chicontepec, mediante el cual se explotaban –para bien y para mal- las características atribuidas al mexicano: era el estereotipo del “fútbol colmillo”. En aquellos sketches se alargaban las porterías para que los mexicanos no fallasen penales, usaban plástico para detener al adversario o le ponían cohetes a los botines a fin de correr más rápidamente.
Pero en Bustamante el estereotipo no era empleado para burlarse de un estrato específico de la sociedad mexicana –los pobres-, sino para burlarse de la sociedad mexicana en su conjunto. Y es que las mañas del “fútbol colmillo” satirizaban tanto a un país de muy escasos éxitos deportivos (pero loco por el deporte), como también satirizaban aquello tan difícil de definir como la “picardía mexicana”, o nuestro carácter nacional.
Casi 20 años después de Sydney 2000, la carrera de Bustamante ha entrado en una fase de retiro mientras que la de Derbez vive su punto más alto. Tan alto que ahora se da el lujo de cargar contra los jóvenes -otro estrato específico de la sociedad- por atreverse a mencionar el tema salarial en las entrevistas de trabajo.
En estas dos décadas, sin embargo, Derbez jamás ha usado su humor para cuestionar al poder ni para hacernos reflexionar sobre los beneficios o perjuicios de nuestros modos y costumbres, así sea en un terreno tan trivial como el meramente deportivo.
Quizás la retirada de Bustamante, y el ilimitado éxito comercial de Derbez, nos recuerda que la comedia en el México de la televisión sigue siendo un sutil (y a veces no tan sutil) ejercicio de autocensura. Lo cual, cuando el árbitro pita el silbatazo final, marca la victoria del comediante que se burla de aquellos que no pueden defenderse y la derrota del comediante que hace sátira social.
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